se esconden
bajo el subsuelo
de la urbe
las almas inquietas,
inermes.
Característica suya es
el brillo incesante de
sus pupilas,
programadas vidas
a la espera
de una razón
para vivirla.
El cielo se tiñe
de un gris opaco que
no nos deja ver el sol,
y es solo entonces
cuando cualquier
miércoles pretérito
me dispongo
a deshacerme
en tu cama,
sin razón
pero
con el pecho
a reventar de tu agua
para saciar mi sed.
Dispongo las palabras,
los dibujos
interpretando tu alma.
Acabo siendo como siempre,
inexacta.
Y me dices
que sientes estar así,
que no quieres
tirar de mí.
Yo sólo quiero
adentrarme
en tu tormenta interna
y comprender
los rayos que la alimentan.
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