Se han metido tus pestañas en mis ojos.
El tráfico muere a media tarde del domingo,
no recuerdo los símbolos,
los viejos discos, tu voz.
Dando tumbos va la libertad,
embriagada
por el néctar psicótico de la ciudad.
Vuelve el calor atroz del verano,
me pilla con cortes en las manos,
sin nada en el bolsillo izquierdo,
no hablemos del derecho.
Se me caen los techos encima
cuando la soledad es la rima
constante de la humana sensación de paz.
Os juro que se me cae el alma,
aunque la sujeté hace ya
con cadenas a mi espalda.
Nada me permanece,
nada nos salva,
sólo hay instantes y pastillas,
alcohol y sal en la herida.
Ya nunca será lo mismo eso de quererla,
si se me querella insaciable
contra la boca.
Somos lo poco que queda de ayer
y lo que quisiéramos ser mañana.
No se me quitan las ganas,
sólo que a veces se me estancan.
Somos muérdago colgando del balcón,
vergüenza y desidia.
Desesperación,
humana forma de latido decadente
No hay comentarios:
Publicar un comentario