Un minuto de silencio por todo lo que murió al irnos,
al dejarnos ir.
Un minuto gritando al viento el nombre de los caídos
en el olvido.
Tus ojos arrancándome el alma,
tragándose todo lo que soy
el agujero negro de tus pupilas.
La tristeza se desangra
en tu mesilla de noche.
Se apagan las luces, se baja el telón,
enciendo las velas a ver si puedo
vislumbrarte a lo lejos.
No da resultado.
Hay un espejo
y no me reflejo,
sólo veo escarcha
-colgando de tu cabello-.
Y dejémonos ir,
como se deja ir la sal del mar hacia la orilla.
(La última vez que me drogo)
Del cristal pasamos a los cristales rotos
del día siguiente,
sigo sin sentirte.
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