miércoles, 9 de marzo de 2016

El hueco de la escalera



El atardecer atardece, 
sin más preámbulo que la noche efímera,
el día eterno de verano, la música en tu boca. 
El amor que nos desborda.

El cielo se ruboriza
ante tus pasos de asfalto profundo.
El incienso se mezcla con tu perfume
y me aturde.

Cierro los ojos. Respiro.
Es otro viernes etéreo,
lleno de humo y vísceras.

Y entonces comprendo;
que no son sólo tus ojos,
es tu aliento,
son mis ansias de devolverte el oxígeno.

El ir y venir del viento,
los semáforos eternos.
El nulo tiempo que nos queda,
en el hueco de aquella escalera.

El invierno que comienza,
notas de prensa,
desquicio en los bares.

En tus andares erráticos,
como naufragando en el mar Báltico
canto de las sirenas del desánimo.

Te escribí en las paredes,
en el papel higiénico
en servilletas de antros esotéricos.




Has vuelto como vuelven las heridas, 
primavera insensata y decaída, 
verano polar, invierno en tus labios. 

Miro de reojo a la luna 
por si me chiva 
donde es que están tus andares nocturnos.

a penas ha amanecido 
y yo ya madrugo, 
ya me pierdo en carreteras
observando al amanecer teñir de rojo el cielo. 

Que algo nos saque de éste invierno, 
de estos lamentos, 
de la ropa amontonada y vieja en el hueco de la escalera. 

Y que algo nos salve de lo insalvables que somos, 
que algo se nos retuerza dentro 
si es que así nos saca los sentimientos



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